Cuando el director me convocó para empezar a pensar este proyecto, él imaginaba una serie diaria para televisión, de episodios unitarios, con una única premisa en común: todas serían historias de encierro, en el sentido más amplio del término. Encierros espaciales, literales, psicológicos, anímicos, filosóficos. Casi siempre dentro de un único espacio, con un elenco diferente y en universos totalmente disímiles.

La propuesta me entusiasmó desde el primer momento. Como directora de arte, el proyecto me convocaba especialmente, dado que el espacio de la acción era parte esencial en el relato y se convertía, en muchos casos, en el eje desde el cual abordar la narración.

Poder participar desde la fase inicial, previa inclusive al desarrollo de los guiones, me permitió aportar ideas, incidiendo directamente sobre algunas propuestas argumentales. Me parecía importante lograr diversidad en los espacios y en la construcción de sentido que podían ofrecer, derivando en historias de lo más variadas.
Presenté diferentes propuestas espaciales que resultaron un aporte importante a la hora de desarrollar los guiones. El trabajo de guión fue excelente.
Las historias transcurren en espacios tan acotados como un ascensor -en donde el fuera de campo cobra un valor fundamental-, hasta encierros en espacios abiertos, como un bosque. Encierros en lugares públicos y privados, en espacios propios de los personajes y en espacios ajenos. En espacios reales y ficcionales, deliberadamente abstractos o escenográficos.

 

Durante esta fase inicial, el director imaginaba generar todos los sets en decorado, planteando una dinámica de construcción y rodaje rotativa, y pensando en una gran cantidad de episodios. Como sucede muchas veces, hubo que adaptar las expectativas a los presupuestos posibles y, en este caso, al concurso en el que quedó seleccionado el proyecto, que fue el de Series de ficción de 13 capítulos, otorgado por el INCAA.
La nueva propuesta entonces, para esta primera fase del proyecto, fue generar 13 episodios, respetando la idea inicial pero acotando mucho los costos. Por lo que hubo que seleccionar guiones que fuesen, en su mayoría, realizables a bajo costo.
Esta circunstancia me llevó a asumir, junto con el productor ejecutivo, un intenso trabajo de diseño de producción para poder sacar adelante el proyecto con los escasos recursos con los que contábamos y con la expectativa de lograr un producto de calidad cinematográfica.

Todos sabemos lo caro que es hoy en día construir un decorado. Por lo que, muy a mi pesar, tuve que darle forma a la propuesta espacial de cada episodio haciendo un trabajo fino de utilización de recursos, destinando el acotado presupuesto a ciertos decorados y realizaciones que resultaban imprescindibles y eligiendo las locaciones sobre las que trabajar el resto de los episodios.


Fueron muchos los factores productivos y presupuestarios a contemplar, tratando de cumplir con las exigencias del guión, con las expectativas del director y por supuesto con las mías.
La capacidad de adaptación fue fundamental en el proceso de trabajo para lograr encajar todas las piezas en un plan de rodaje continuo, con tan solo 2 días de rodaje por capítulo y con cambios de elenco constantes.

Conociendo, además, el modo de filmar de Benjamín, y dado que el relato se desarrollaría todo dentro del mismo espacio, no podía acotar el set, sino que tenía que permitirle a la cámara moverse en el espacio sin condicionamientos.
Fue un lindo desafío y una verdadera tarea de diseño de producción y de arte.
Mi premisa fue la de generar un tratamiento visual independiente para cada historia. Trabajé muy en contacto con el director de fotografía para darle forma y particularidad al diseño de la imagen de cada episodio y conseguir llevarlo a cabo con tan pocos recursos.

Tener construida una dinámica de trabajo con el Director y el DF nos dio la posibilidad de trabajar como un verdadero trinomio creativo, desde el que surgieron propuestas y riesgos a tomar.